El tratamiento con Plasma Rico en Plaquetas (PRP) está muy extendido en el campo de la cirugía ortopédica y la medicina deportiva desde hace varias décadas. El plasma se obtiene a partir de la propia sangre del paciente, que, en un primer momento, se centrifuga para concentrar las plaquetas presentes en la sangre. Posteriormente se extrae la porción sanguínea en la que la concentración de las plaquetas es mayor, desechando los demás elementos, como los glóbulos rojos o los glóbulos blancos. Las plaquetas contienen una gran cantidad de factores bioquímicos, conocidos como “citoquinas” o más popularmente como “factores de crecimiento” que, al liberarse, favorecen la cicatrización y el metabolismo de ciertos tejidos. Todo el proceso de obtención del PRP dura aproximadamente 45 minutos, que es lo que se tarda en extraer la sangre y realizar todo el procesado hasta obtener el producto final ya listo para ser infiltrado. La infiltración se realiza de forma ambulatoria y no requiere de ninguna preparación ni cuidado posterior especial.
Sus aplicaciones en medicina deportiva y cirugía ortopédica son múltiples. En las tendinopatías, enfermedades muy temidas por deportistas fondistas, se han utilizado con mucha frecuencia y de diversas maneras. La experiencia acumulada demuestra que es una terapia muy útil siempre que se seleccione bien el caso en que debe aplicarse ya que, como cualquier tratamiento, su uso fuera de las situaciones en las que debe emplearse puede no dar lugar a los resultados deseados. En epicondilopatías, por ejemplo, han demostrado ser el tratamiento inyectable más efectivo a largo plazo, siempre que vaya acompañado de un régimen de fisioterapia. En tendinopatías rotulianas crónicas, su uso junto con ejercicios excéntricos obtiene mejores resultados que los excéntricos por sí solos. Evidencia científica reciente también demuestra su efectividad en el tratamiento de fasciopatías plantares. Por lo tanto, son varias las tendinopatías en las que el PRP puede ayudar, pero es preciso conocer qué tipo de tendinopatías y en qué momento producen un mayor beneficio terapéutico.
Otra aplicación del PRP muy extendida es la artrosis de rodilla. En estadios iniciales de la enfermedad, que es cuando suelen comenzar los síntomas, ha demostrado ser una terapia segura y muy efectiva en la reducción del dolor. Además, sus efectos pueden sentirse durante varios meses. Las alternativas más utilizadas son los corticosteroides y el ácido hialurónico, cuyos efectos son diferentes al del PRP. Es muy importante que el médico sepa valorar cada caso concreto para decidir qué opción es la más indicada. Por otro lado, hay que dejar claro que ha demostrado no ser un “regenerador” de la rodilla, es decir, el PRP no cura la artrosis. Es de muy importante incidir en este hecho para dejar bien claro en qué consiste el tratamiento y cuales son los efectos que se pueden esperar de él.
En definitiva, el tratamiento con PRP es seguro, fácil de aplicar y, en las indicaciones seleccionadas, puede dar lugar a muy buenos resultados.
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