La rotura del Ligamento Cruzado Anterior (LCA) de la rodilla es una de las lesiones más temidas en deportistas. El LCA es el estabilizador principal de la rodilla en dirección antero-posterior, lo que permite mantener la articulación estable en frenadas bruscas y en giros. En deportes de contacto con cambios de dirección bruscos, como el fútbol o baloncesto, esta lesión se observa con mucha más frecuencia que en la población general. Las mujeres tienen una probabilidad de 3 a 6 veces mayor de sufrir esta dolencia en comparación con los hombres, debido a la hiperlaxitud y a la morfología de las rodillas asociada con el género.
La rotura del LCA produce un intenso dolor inmediatamente tras la lesión que impide continuar con la actividad deportiva. Debido a que es un ligamento cubierto por una capa sinovial, su rotura suele seguirse de un derrame de sangre que queda contenido dentro de la articulación, lo que produce inflamación y aumento del dolor. Cuando se produce una rotura completa, en manos expertas se objetiva un aumento de la traslación de la tibia con respecto al fémur. Durante la evaluación es importante buscar la presencia de lesiones asociadas, ya que con frecuencia la rotura del LCA no es el único daño que se produce en la rodilla. Las roturas de los meniscos o del ligamento lateral interno, entre otras, se observan hasta en el 50% de los casos de rotura del LCA. Es muy importante sospechar estas otras lesiones asociadas, ya que con frecuencia condicionan el tratamiento y la recuperación.
En personas deportistas con expectativas de continuar realizando actividad física, el tratamiento quirúrgico es necesario para restaurar la estabilidad de la rodilla. Al ser un ligamento con bajo potencial de cicatrización, la intervención consiste en sustituir el ligamento lesionado por un injerto. Existes diferentes técnicas en función de dónde se obtenga el injerto, siendo los más frecuentes los injertos procedentes de los isquiotibiales o del tendón rotuliano. En ocasiones, puede emplearse un injerto procedente de cadáver.
En la actualidad, esta reconstrucción del LCA con injerto se suele realizar por vía artroscópica a través de un abordaje mínimamente invasivo. Esto permite disminuir la agresión quirúrgica, facilitando la recuperación tras la intervención. Es importante que el cirujano esté familiarizado con la técnica y acostumbre a realizarla en su práctica habitual.
El tratamiento rehabilitador tras la operación se divide en diferentes etapas. Durante las primeras semanas, el objetivo es disminuir el dolor y recuperar la movilidad. Posteriormente, se incide más en ganar fuerza muscular y potenciar la propiocepción de la rodilla. En la última etapa, se trabaja el retorno a la actividad deportiva. Por lo general, la vuelta al deporte de competición suele demorarse de 6 a 9 meses, según las lesiones asociadas que se hayan encontrado y el tipo de deporte que se desee realizar.
Contacta conmigo para obtener más información o reservar una cita